Es una realidad que las mujeres tenemos una relación complicada con nuestro cuerpo. Siempre pensamos que estamos muy gordas, o muy flaca; que somos muy altas, o muy bajas, que nos sobra aquí y que nos falta por otro lado. Todas las mañanas luchamos contra el closet y cuando nos paramos frente al espejo muchas veces nos sentimos derrotadas. Y aunque es una frase trillada de verdad ser mujer no es nada fácil.
Pero por qué nos pasa esto, en verdad que la explicación es compleja y tendría que escribir un libro, citar psicólogos, antropólogos y miles de expertos para responderla de manera profunda; y aunque es una realidad que los medios de comunicación y los cánones de belleza irreales que reflejan tiene mucho que ver.
No toda la culpa es externa; nosotras desde nuestra individualidad debemos conocernos, pero sobre todo RECONOCERNOS y entender que no todo es para todas, que no todo nos queda bien y que aunque no nos parecemos a las mujeres que salen en la televisión, todas tenemos algo que nos hace única y lindas en nuestra forma.
Esto es muy fácil escribirlo, lo difícil es vivirlo todos los día frente al espejo o cuando abrimos nuestro closet y sentimos que nada nos queda bien.
Yo no tengo una formula mágica, ni una varita de autoestima que arregla todos nuestros males de imagen, pero si tengo un consejo que funciona, no solo por experiencia personal, sino porque lo hemos aplicado en Project Glam con muchas mujeres y a todas les ha funcionado: conoce tu cuerpo y acéptalo, así de simple.
Yo tengo piernas gruesas y caderas anchas –no existe algo más lejos del canon de belleza actual- y pasé mucho tiempo odiándolas.
Tengo que reconocer que de vez en cuando, en un probador de una tienda cuando me veo completamente ridícula con un vestido corto o con una falda muy pegada las odio otra vez, pero rápidamente entro en razón y me doy cuenta que odiar mis piernas y mis caderas no me va a hacer ver ni más flaca, ni más estilizada.
Pero saber que le queda bien a mi morfología definitivamente si me va a ayudar a verme mejor y eso fue lo que aprendí, me di cuenta que existen tipos de piezas que no me quedan bien y que solo me ayudan a acentuar el tamaño de la parte baja del cuerpo.
Así que aprendí cuál es el tipo de falda, pantalón y de vestido que me estilizan, me concentré siempre en comprar esos modelos y reduje mis peleas con mi cuerpo frente al espejo.
Así como tengo piernas gruesas y caderas anchas, también es una realidad que tengo una cintura delgada y que no tengo barriga; así que aprendí a resaltar la parte alta de mi cuerpo y la atención no se va al lugar que no me gusta de mi, sino al que si me gusta. No es que yo sea perfecta, es que aprendí a vestirme.
Puedo enumerar que otras partes de mi cuerpo me gustan y cuales no me gustan tanto, pero eso no es el objetivo; solo quiero ejemplificar que todas, incluso las actrices famosas, modelos y celebridades, tiene algo que no les gusta; pero la clave está en no quedarse con ese sentimiento de frustración; sino en aprender a vestirnos, a disimular y a resaltar dependiendo de lo que te hace sentir cómoda.
El primer paso: conoce tu cuerpo y acéptalo. No hay solución mágica. No te quedes en lamentos, si hay algo que no te gusta y que crees que puedes cambiar con dieta y ejercicio manos a la obra, pero entiende que tu morfología no va a cambiar, porque esa es al forma de tu cuerpo, es tu ADN.
Te aseguro que si lo haces aprenderás a comprar lo que realmente te queda bien y cada mañana cuando te pares frente al espejo será más fácil no terminar llorando sentada en la esquina de la cama.
Sentirte bien contigo misma y cómoda con lo que llevas puesto te hace olvidar complejos y sentirte con poder para cambiar o conquistar el mundo. Aunque parezca superficial el espejo es capaz de empoderarte, solo que tu debes ayudarlo, porque todavía el espejo mágico de Blacanieves no existe.